Así que espero que, si aún se asoman por aquí (a ver la falta de entradas), entren a mi nueva bitácora, que aunque es algo diferente, ojalá les guste.
¡Saludos!
Wingerr (sí, también saldrá al final) xD.
~Su historia e intermedios~
- ¿Qué tienes, hijito? O_o ¿Por qué sonríes tanto?
- Estoy feliz =) ...
- ¿Cómo? >.<
- Ésta sorda...¡que estoy feliz!
- ¡¿Cómo?!
- -.- ...¡¡que estoy feliz!!
- Ah yaaa...que estás de Liz.
- o.o...También.
- ¬¬ Y de ahí dicen que estoy sorda
............................
xD.
No estoy seguro
de empezar sin el remo,
de ver todo pasar de nuevo,
pero,
la corriente sigue su curso
y mi bote, indudablemente,
va con ella,
hoja caída en el viento.
río
río
río de aguas turbias
¿por qué me llevas al mar?
¿por qué no me ahogas en este instante,
tan alegre de cielo cielo?
Cúbreme de la superficie,
tápame sin más ni más,
que esas manos que, ahora, extienden
un poco de ayuda,
un poco de paz,
ocultan gotas de lástima.
río de aguas turbias,
no me lleves al mar
río de aguas turbias,
ahógame aquí y ahora.
Hoy he vuelto a mirar
A través de mi ventana,
Tan abierta y tan clara,
Que dan pena mis miserias.
Las flores del jardín
Resaltan las carencias,
Y las luces navideñas
Se preparan apagadas.
Y es que,
¿Dónde estás cuando te hablo,
De mi vida y de este mundo,
Cuando toco mis acordes,
Desafinados y cortos?
A veces me parece,
Ver tu cuerpo por la acera,
Tus manos y tu rostro
Ofrecidos hacia el mío.
Pero,
De nuevo estás ahí,
Lejana y sin forma,
Y vestida de rosa.
Mi Acuarela Rosada.
Mi Acuarela Rosada.
26/12/07
.....................
Un poema antiguo, ahora que me han robado las palabras.
Tu mano siempre sentirá el vibrar de la mía.
La mía siempre recibirá, con alegría, el rubor de la tuya.
Pero si tú quieres, y yo sé que sí,
¿por qué no sacarlas juntas al parque, la plaza, o a un restaurante?
No les niegues, cariño, que vayan contra el viento,
que den una vuelta por donde antes eran libres...
cuando la tuya era libre...
No me sueltes, que no soy tan fuerte.
No me sueltes...que sin ti, yo no soy libre,
mis zapatos no se despegan del camino
cuando veo que te vas.
Y la lluvia recurrente
sólo cesa si sonríes
si tus ojos con manchitas
son sólo para mí.
.
.
.
Vuelve. Vuelve. No sé qué más decir...
Descuida -le dijo otro al pasar.- Todos bendicen la piedra en el camino.
Y siguió caminando.
"Pero sólo cuando me pasan" -pensó la piedra.
Hay un gusanito en mi pantalón. Es verde por los costados, y muy al centro una línea amarilla parece recorrerle entero. El sol, amarillo -y blanco cuando lo ves-, se filtra entre la copa del árbol, y las hormigas, esas hormigas, van en fila india y ascendente, trepan despreocupadamente y muy lento, cargando doblemente su peso y al mundo entero, que les friega con la gravedad.
Sigue caminando, el gusanito éste, ondeando su cuerpo, para arriba y para abajo como un hilo pavilo. Lo miro ascender, y se detiene. Vuelvo la cabeza y avanza. Él sabe que lo observan, se queda inmóvil, como ahora, aplicando el camuflaje, seguro. Pero, te fregaste gusano verde, mi pantalón es color cartón, y el sol, muy en lo alto como siempre, fastidia tu cuerpo. ¡Puedo ver tu sombra sudorosa!
¿Qué harás ahora, gusano verde-verde?
Observarte es la única forma. Saber que estás inquieto, mirando de reojo, es la manera. Tengo que saber. Falta mucho para que la vieja tea se oculte tristemente. De pronto, alzas la cabeza -imperceptiblemente más gruesa, clavito de cabeza angosta- e intentas una mirada conmovedora. Ahí está. Ojos pelados y luminosos, tu mejor esfuerzo sin duda. Pero, jo, gusanito, dime, ¿acaso notas que el sol te cae en el rostro? Lo siento, jeje, mi piedad no llega a las sombras.
¿Y ahora?
Avanzas, no sé por qué, pero te arrastras. Si llegas a mi rodilla te aplasto. Escucha bien gusanito, ¡te aplasto! Tengo curiosidad, jeje. Me pregunto si por dentro también eres verde. Pero sigue, tan malo no soy. Empieza a disfrutar el momento de tu muerte, que será instantánea y no te dejará decir "Adiós". ¿Pero qué? ¡Mier...! Una hormiga de...¡me ha picado! ¡Auch! Reina de...¡la reina! ¡Las hormigas han conspirado! Reunidas todas en la copa del árbol lo han planeado todo. El gusanito traidor sólo me estaba entreteniendo, ¡cuando las hormigas aceituna eran su salvación!
Adiós gusano..., ve volando sobre esa hoja, ancha y verde, que las hormigas te lanzaron. Ve contento camuflado, como una nerbadura más. Que las hormigas, histéricas y alegres, se esconden en la copa de este árbol. Y el sol, después de todo, rueda airosamente, a quemar la otra parte del mundo.
Adiós gusano verde.
Él pensaba que quedarse quieto era sumamente fácil. Echarse, con la música a un volumen despacio, abrir el libro y leer, libre de toda distracción (incluso de sus propios pensamientos). Pero una cosa es pensar, y otra muy distinta es quedarse encerrado. ¿Por qué el calor lo aturdía tanto? Las piernas le quemaban, la barba le producía escozor, un grado más -se decía-, ¡un grado más de calor y te rasuro! Por suerte el horno no variaba de temperatura. La cocción estaba tomando punto. Muy pronto sonaría la campanilla anunciando un bronceado perfecto; pero él seguiría encerrado en el cuarto, esta vez pasando por la segunda fase de la receta: el ahumado.
Se echó de bruces sobre la almohada, con el libro a un costado y los lentes más allá. El celular no sonaba. 15:20pm. Se dedicó a mirar su cuarto. Las paredes no parecían ceder aún al poder ondeante del verano. Azules, completamente añiles más bien, estaban casi vacías, uno que otro espacio cubierto por un póster oportuno -sus gustos, respecto a cosas materiales, cambiaban extremadamente rápido y, sobretodo, se cansaba con facilidad-. Siguió observando. El estante de libros empolvados llegaba casi al techo. Su hermano, que dormía en la parte superior del camarote dejando una noche, dejaba también ahí sus libros y dale con conseguirse tomos gruesos, inhumanos (no alcanzaba cogerlos sólo con una mano), así que era más Medicina que Literatura, y uno que otro libro de Derecho, porque le remordía seriamente tirarlos por el suelo. Libros son libros -se decía-. Sólo espero que el polvo los cubra más.
Alguien llamó a la puerta. Dos toques rápidos y musicales embistieron la madera. No podía ser nadie más que su madre.
- ¿Puedo pasar? -dijo en voz baja, cuando ya había entrado.- ¿Juan, qué haces?
- Nada -contestó él, entre bostezo y queja-. Me volvió la pereza.
- ¡Ay, sí! Sal afuera oye. Anímate.
- Es este calor que me invade todo y me amodorra. Lo peor es que no deja dormir.
- Ya sé. Anda compra un helado -estaba empeñadísima en animarlo.
- Tendría que cambiarme...
- Bue! Dejaré el dinero en la mesa.
- Ya -y estampó su rostro en la almohada.
El viento corría libre y rápido por la calle 24. El sol parecía haberse alejado un poco ahora, o sus rayos se habían convertido en lenguas húmedas que apenas le tocaban. Le dio gusto haberle hecho caso a su madre, se había olvidado que vivía en un balneario y que la brisa todavía llegaba hasta su casa.
Llegó a la tienda y las manos se le hicieron torpes. En el bolsillo no cabían bien, pegadas a las piernas mejor, ya no, agárrate el cabello, no...no vaya ser que la caspa...
- Hola, ¿en qué puedo ayudarte? -una sonriente chica le preguntaba detrás de un inexistente mostrador. El vidrio dejaba pasar toda su fragancia de mujer en capullo. Y sólo él la notaba. La voz se le quebró al momento de hablar.
- ¿Ah? -bésame, pensó. Pero no era tan atrevido-. Ah, sí. Helado.
- ¿Helado? -sonrió la chica, encantada por su rostro conmovido-. ¿D'onofrio?
- Sí sí, d'onofrio -respondió, actuando como si le estuviera tomando la lección a la chica misteriosa, como si esperara por la respuesta. Aunque la chica debía pensar lo contrario, era ella quien lo ayudaba.
- Entonces...¿cuál? -y frunció el entrecejo. ¡Frunció el entrecejo, Dios! Eso es una mala señal...¿no?...
- Ah, sí, qué bruto -y la chica esbozó otra sonrisa -. Sublime...-dijo él, pensando en la sonrisa.
- Son dos soles cincuenta.
- ¿Qué? -despertó de nuevo.
- El helado sublime cuesta dos soles cincuenta.
- Ah, sí, ése quiero.
La chica, Julieta, (aunque él no lo sabía), se retiró del mostrador delicadamente, cogió la llave de la heladera en un vuelo liviano, y andó sobre sus dos pies como si flotara, ningún ruido interrumpía aquel acto.
- Aquí tienes -repitió, con su voz suave y linda, inclinando la cabeza para saber si seguía ahí.
- ¡Gracias! -gritó de felicidad-. ¡Gracias! -y siguió mirándola.
- ¿Algo más? -rió esta vez. Le encantaba ese chico distraído; pero sólo como un ser curioso.
- No, nada. Creo que me voy.
- Bueno, vuelve, siempre hay helados aquí -y se fue ligera a su mostrador, quedándose quieta como una muñeca de porcelana.
La tarde se había tornado algo húmeda, el viento soplaba con fuerza contra las calles vacías de la urbanización, se podía escuchar los silbidos agudos de vez en cuando. El calor ya había pasado, el atardecer se acercaba y el balneario, fresco como siempre, se había vuelto anaranjado, como un papel viejo.
Pero su cuarto, una vez ya en él, aún seguía caliente, pero de una forma agradable, era, más bien, abrigador, y las paredes azules ahora eran negras, tan negras como el silencio en el que había caído todo el mundo, muy lejos de él.
- Sublime, sublime -dijo él, pensando en su sonrisa y dando un bocado.
Toc. Toc. Toc -las manecillas del reloj parecen llamar. Marcan el compás del silencio. Y él se pregunta si debe cantar. Mejor no -se dice.- Mejor está un poema, algo más o menos así:
Estás dormida a mi costado
después de tanto rezo
-interior y sólo tuyo-
pues ningún movimiento alguno,
-mío e inesperado-
haré ni he hecho.
Ella rompe el silencio, se acomoda linda y amodorrada, y continúa. Escucha entre sueños y sonríe. Sonríe echada en el sofá. Toc. Toc. Toc. Sonrisa.
Las manecillas del reloj
-toc, creo, toc-
se confunden en tus respiros
realzan tus mejillas,
y tus labios
-rosas y con brillos-
afianzan mis deseos
me acercan tu suspiro.
El reloj da las seis. Campanadas. Seis en total -él esperaba dieciocho. Ella, haciéndose la dormida, despierta súbitamente, con la cara adormecida y los cabellos revueltos. "¿Qué has hecho, chico mío, mientras yo dormía?". Él, perturbado muy de pronto, continúa nuevamente, continúa, cerrado los ojos:
Oh, doncella mía,
-que has vuelto de la ida-
toma esta ofrenda
y dime si eres mía,
si este movimiento
-certero y avisado-
será, esta vez, recibido sin reparos.
Dime, si esos tuyos ojos
-cerrados o abiertos-
se posan sin cansancio
en este -baldío- terreno...
Y ella, precisa y repentina, le toca levemente, sus labios con los suyos. Y desespera:
Toc. Toc. Toc -dice ella.- a tu puerta llamo. No, no, no es el reloj, soy yo de nuevo . Tu cariño sin sentido. Tu doncella no dormida. O tu acuarela imborrable. La más querida.
Sonríe.
Vamos amor -retoma él.- Callemos con el tiempo. Que los segundos marquen los puntos, suspensivos y eternos, de esta noche inmensa.
Toc. Toc. Toc...(nocturnos murmullos).
Era tarde y ya debía salir a trabajar -también hago mandados, así que me paseo por las calles bajo el sol, que por ser invierno no se va (vivo en la capital de la primavera)-. Había estado en la computadora, hablando con un amigo, cantando una canción (o buscando una nueva, como siempre), y no recuerdo qué, que el tiempo se me pasó tan rápido y tan en silencio, que ni siquiera escuché el sonido del impacto. Así que seguí caminando, viendo mi cabello reflejado en las ventanas de mis vecinos, y haciendo sonar una puerta de fierro que siempre anda abierta como si fuera un peaje en medio de la vereda (me encanta cerrarla con fuerza y caminar rápido, excitado por el miedo). Ya estaba yo reflejándome en la penúltima ventana habitual, moviéndome el flequillo, cuando la hija del vecino salió y caminó derechito hacia la pista, se paró en la vereda y miró hacia un costado, tratando de ver, de lejos (como quien no quiere la cosa, como quien conmigo no es pero ahí estoy, o, mucho mejor en este caso, como "quédate en casa y no salgas, ¿me entiendes hija?"). ¿Qué mirará? Seguí caminando. Volteé la esquina, caminé paralelo a la pista, preguntándome si las chicas de la cebichería me veían, subí en perpendicular, pensando que el loco del barrio estaría en su techo saludando a la gente, y volteé de nuevo, a la derecha, subiendo a la vereda.
¿Qué? mmm...¿balacera?
En la esquina, en el cruce de la Avenida Larco con la Panamericana, gente se amontonaba, se movían lentamente, se volteaban, regresaban la mirada, y los policías vestidos de negro, con chaquetas de cuero, bloqueaban el tránsito, controlaban a la gente.
¿Qué pasará? -seguí caminando, aún indeciso.- ¿Habrán atropellado a alguien? -y la imagen de esa chica, tirada en el pavimento aquella tarde, me vino a la mente, igualita con pena y todo.
Un señor de polo azul me abrió el paso, y me colé entre la gente. Extraño por no sentir igual que los demás, por no tener el rostro compungido, aunque sentía que no lo hacía. Y, he ahí el auto verde, con las cuatro puertas abiertas, el lado derecho contraído, y pedazos de vidrios, como rastros de una lluvia de madrugada. Todos nos mojamos con los charcos.
- ¡Sáquenla! ¡Sáquenla por favor! -gritaba una señora, mirando y no.
- Ya no se mueve, ¿seguirá viva? -el señor de polo azul pensaba a mi costado.
No se mueve -le respondí mentalmente.- No se mueve...ay...y sangra...y es gorda...y sangra. Dios, y sangra.
- Por acá, por acá -dos hombres con fierros, uno subido en el techo, y otro por el costado.
¿Será inútil?... ¿seguirá ahí?, ¿Qué habrá sentido...y el chófer? ¿Dónde está? ¿Será ese señor arriba del auto?...llego tarde al trabajo...son las nueve...hey! los bomberos, ¿por qué no vienen? ¿Ya los habrán llamado...? ¿Y los policías qué hacen?...¿y yo qué hago?
Me acerqué más, decidido a ayudar, y la sangre me chocó en el alma, le caía por el brazo izquierdo, y su polo blanco mostraba un hueco rojo, justo en la barriga. Me volteé, espantado y con lágrimas que no salían. Un hombre me vió alejarme, pensaba, seguro, que estaba llorando. Giré de nuevo y lo miré -como para enseñarle mis ojos secos-, y me fui en mi taxi amarillo, escuchando el sonido de la ambulancia y los bomberos que me dejaron pensar por tanto tiempo. Ojalá se salve. Ojalá se salve.
Ya en la tarde, cuando regresé a eso de las dos de la tarde, los vidrios aún seguían en la pista, pero ni rastro del auto, ni de la señora, ni de nada más. Caminé por la vereda, tratando de reconstruir los hechos, ¿tanto voló?...si el choque fue allá. Malditos traileres egocéntricos, creen que sólo existe una vía, y que nadie más debe cruzarla. ¿Será tan difícil pensar mientras se conduce?
¿Será?
(Only you can hear my soul, only you can hear my soul)
Luna tú
cuántos son los cantos que escuchaste ya
cuántas las palabras dichas para ti
que han surcado el cielo sólo por gozar
una noche el puerto de tu soledad
Los amantes se refugian en tu luz
sumas los suspiros desde tu balcón
y enredas los hilos de nuestra pasión
luna que me miras ahora escúchame
(only you can hear my soul)
Luna tú,
sabes el secreto de la eternidad
y el misterio que hay detras de la verdad
guíame que a ti mi corazón te oye
me siento perdido y no sé...
No sé que hay amores
que destruyen corazones
como un fuego que todo lo puede abrazar
Luna tú,
alumbrando el cielo y su inmensidad
en tu cara oculta qué misterio habrá
todos escondemos siempre algún perfil
Somos corazones bajo el temporal
ángeles de barro que deshace el mar
sueños que el otoño desvanecerá
hijos de esta tierra envuelta por tu luz
hijos que en la noche vuelven a dudar
Que hay amores
que destruyen corazones
como el fuego que todo lo puede abrazar
Pero hay amores
dueño de nuestras pasiones
que es la fuerza que al mundo
siempre hará girar
(only you can hear my soul)
La noche era como un pizarrón negro manchado de tiza blanca, nubes casi imperceptibles se amontonaban en el cielo, girando, grises y pesadas. Él, el noctámbulo, casi ni notaba que venía por una calle vacía, famosa por las historias de terror y asaltos apurados (claro, los choros también tenían miedo). Venía de trabajar, aunque realmente de un café, al frente de su oficina. Se había sentado solo, a escribir un rato, a beber algo caliente para llenar el vacío de esa silla marrón. Deberían haber mesas individuales -pensó. Pero una vez más, viendo la gente pasar a su costado, la mesera dejando perfume en el ambiente, los gestos de los comensales, el ruido de los autos... no pudo escribir, sentía que alguien lo veía, que lo que escribía era leído por todos. Nunca realizaría ese sueño recurrente suyo: sentarse en un cafe de París, y escribir inspirado, después de una noche con Florcita. Se había resignado, ambas partes eran difíciles, sobretodo la de ella.
Seguía caminando por esa ruta oscura. Sin darse cuenta había ido a parar por otro camino y ahora tenía que darle una vuelta a la urbanización, porque así era más fácil: todo recto circular, viendo casonas viejas de jardines secos. Pero ni cuenta él, distraidísimo como siempre, vivo sólo en casos extremos, y sin duda pocos. Pensaba, en el cuaderno que había olvidado en la mesa, en sus escritos de todo el año. Cuando se fue, dejó el dinero dentro del cuaderno, distraidísimo, pensando que era la cartera del dinero y lo dejó ahí, con propina y todo. La chica estaría ahora matándose de la risa, enseñándole a todo el mundo las cosas que escribía; sí, el señor que se sentó ahí; diría; el de cabello negro y ojos redondos, sí, él mismo, el de ojeras profundas; y los demás dirían; qué cosas escribe, patético, ¡mejor debería dormir, que mal aspecto ya tiene!; se lo imaginaba todo, así pasaría, todito, si regresaba tendría que enfrentarse a los ojos color café de la mesera, desear sentir su perfume aún más de cerca, y ponerse rojo cuando ella levantase el cuaderno verde, leyera un poema melancólico, y reir de sí mismo, reir para evitar la atención (ser uno de ellos). No había forma de recuperarlo.
Volvió la cabeza al cielo. Sin estrellas. Nada era peor...esperen, ¿dónde estoy? Se había parado en seco, esa calle no conocía, vacía nunca había estado la avenida por donde iba, ¡caracho! todo me sale mal, ahora falta que me asalten. Mejor apuró el paso. Pero más allá pensó en una mejor idea. En un jardín cercano, dos siluetas paradas tomaban forma, muy reales, que se acercaban a la vez. Fantasmas no deben ser. Y Empezó a correr. Los dos hombres esperaron y lo siguieron, gritándole, maldiciendo, ¡para! le decían, ¡para! Pero él ni caso, cojudo no era -se decía.- Si alguien te quiere parar, en una calle oscura, vacía, no es para pedirte la hora, devolverte algo, o pedir compañía. ¡NO! ¡COJUDO NO SOY! -gritó. Y corrió aún más, perdiéndose de vista.
- Ay -pensó.- Adiós cuaderno verde.
Era el colmo. Por las puras se había levantado tan temprano y mírenlo, correr desesperado tras un micro, un colectivo, o un taxi (en ese orden). La camisa planchadita, los zapatos llenos de gotas de agua, y el cabello mojado, tan mojado que la caspa parecía nieve en una noche azabache. Se iba a su clase de francés, y maldecía -en inglés- la suerte que tenía. ¡Los taxis se habían enterado que eran plato de segunda mesa! Menos uno, claro, después de cierto tiempo.
Entró y cerró apurado la puerta de metal; dijo donde iba y el taxi arrancó, sin la menor bulla, sin la menor molestia, el taxista pisó el pedal y ya estaban en camino, tranquilos; fue entonces que el vacío vino y los detalles saltaron, la vista se fijó en lugares visibles, en los gestos del conductor, sus facciones, su sonrisa plástica y brillantemente amarilla. Le sonreía. Luego vino lo obvio, la torpeza casi desapercibida, pues no duró ni un instante. Había entrado ciegamente a ese auto. Trató de bajar la luna para relajarse. Movió la mano sin quitar la vista de la calle, queriendo borrar aquel pedazo que le separaba del ruido, de la brisa, del smog. No pudo. Su mano se movió y cayó una y otra vez, buscando lo esperado, tanteando la ausencia de algo sólido. No había manija. La luna, pedazo de plástico gris, estaba completamente subida, arbitrariamente y dejada a sus anchas, sin ningún remedio. Probó con la del otro lado y se dio cuenta, al fin, después de examinar las dos lunas delanteras, que estaba atrapado. Sintió cómo los vidrios grises se transformaban en humo negro y empezaba a asfixiarlo. El taxista sonreía. Pensó entonces en saltar por una puerta, agarrar de pronto la osadía y abrirse al aire libre, caer al pavimento. ¡Pero tampoco había gancho alguno, palanca pequeña, manija o cerrojo de donde jalar, por donde huir! Sólo un cable viejo sobresalía de un hueco oxidado. No le quedó otra más que pensar. ¿Qué se hace en estos casos? ¿Qué se hace cuando el taxista tiene pelo largo y rostro extremadamente amigable? ¿O cuando viste un polo blanco lleno de huecos?
El auto siguió avanzando por la avenida a una velocidad constante. No había semáforo alguno, en ningún momento el auto se detuvo. Cuando pasaban por las desviaciones principales, él rogaba mentalmente (lleno de imágenes fugaces)que no ocurriera, que el auto continuara por la ruta de siempre. Siempre así. Un momento agudo, preciso en cada bocacalle. Luego respiraba hondo, sin mirar a ningún lado, y levantaba la vista. Ahí de nuevo la sonrisa, los ojos brillosos a través del espejo. ¿Será gay? Empezó a sentir frío. ¿Por qué no le decía que se bajaba, que en la siguiente esquina estaba bien? No le pediría explicaciones, no podía...¿no? Claro, no podía. Igual, él se bajaba y punto. Y si...lo entendía, era el miedo lo que le paralizaba. El miedo de que se revele. Antes de tiempo o después era igual; violador, delincuente, asaltante, era igual, antes o después. No dijo nada. Se resguardó en la idea de que ya faltaba poco. Ya estaban más de la mitad, faltaba poco, sin duda. Sin duda...
- ¿Qué cuadra me dijiste? -dijo de pronto el taxista, con una voz que de pronto confirmó todas sus angustias.
- O-ocho -dijo él, simulando tranquilidad, poniendo la voz lo más grave que podía.
- ¿Es esa casona con banderas?
Y entonces algo de pronto se despejó en su mente. Despertó súbitamente y miró, sin demorar, que la casona en la cuadra ocho ya estaba ahí, a escasos números. Se dejó caer en el asiento, casi sonriendo.
- Sí, esa misma.
Cuando el auto paró le pagó los cuatro soles, recogió sus cosas del asiento, y se dispuso a salir. Pero se detuvo, volviendo la vista de nuevo. Otra vez la sonrisita, el polo blanco con huecos y la cara de plástico, estirada y brillosa. Se quedaron así, con la mirada sostenida en la del otro.
- ¿Qué pasa? -pareció decirle el conductor con la mirada, sólo le faltó decir querido.
- ¿Cómo abro la puerta? -preguntó él, incómodo.
El taxista al inicio no entendió, algo en su rostro parecía debatirse, un gesto fruncido, una mirada penetrante (como si quisiera leerle la mente); y luego, como si fuera algo obvio, y algo molesto también, dijo secamente.
- Ah, sólo jala del cable.
Él procedió, incrédulo, y un ligero clic hizo eco en su cabeza.
- Jeje, ¡claro!
Y salió corriendo a su clase de francés, esta vez pensando en castellano, pues era el único idioma en el que se sabía tantas palabrotas.
Hoy, sentí de nuevo la barrera,
entre mi mundo y el tuyo.
El tuyo, persona inexistente, cariño sin sentido.
Hoy, me cargué de sentimiento,
y me quedé vacío
de palabras y de comas.
Hoy la noche es muy oscura
y, aunque el artificio siempre alumbre,
extraño tu mirar,
las manchitas en tus ojos
el brillo en tus pupilas.
Hizo frío como ayer,
y tu delicado peso
no estuvo junto al mío.
Hoy, no tengo ganas de escribir,
de tenerte presente,
de sentirte lejos,
mi cariño sin sentido
mi cariño sin sentido.
.......................
Éste el último, lo prometo.
Yo no sé si sigues bien, si la soledad te acompaña aun mejor. Yo no sé si resistes bien, si el amor, que dices sentir, no se apaga al exterior. Yo no sé, no sé, si tu cáscara, tu sonrisa, es más efectiva que la mía. ¿Está bien seguir fingiendo?
Yo no sé si tus abrazos, son de amiga o de "te quiero". No sé si tu mirada, se confunde en mi interior, y disimulo lo que siento. ¿Disimulo, amor?
¿Cómo entonces, seguir debo? Si me has dejado el miedo ¿Cómo entonces yo te olvido? Si sin ti no encuentro el gusto, no tiemblo de placer [si miro tus marrones ojos, o si siento tu delgado cuerpo].
Yo no sé, por qué hoy no resistí, a tu recuerdo y a tu voz. Por qué de pronto sé, que soy tuyo pero no.
Yo no sé.
Entró corriendo a la casa; mirando con los ojos inquietos, levantando cada cuaderno de cuarto en cuarto, desempolvando la casa ¡Cómo maldecía esa alergia! ¡Papel higiénico!-gritaba. Pero nadie en la casa, señor, nadie de nuevo. Se había quedado solo, sin previo aviso ni despedida. Llegó a la casa y vacía, sin rastro de nadie, señor, sin notas de consideración: "Ya vengo hijo mío" "Cuida bien la casa". Ni siquiera un "Ya vuelvo".
Pensando, se sentó en el comedor.
¿Dónde andaría ese papel? Siempre compraban planchas, se acababa una y seguía otra. Así. Siempre.
¿Dónde andaría ese papel?
Perlita, ¿Sabes dónde está el papel? -le preguntó cansado. Pero ella no contestó, se hacía la dormida debajo de su silla, con las orejas cubriéndose los ojos.- ¡Esa de salaya! -le dijo, cansado otra vez. Y empezó de nuevo a buscar con la vista, con la mente (como jugando). Como si fuera posible, se dijo, riendo, ridícula idea, ridícula idea. Pero no resistió. Cerró los ojos, e imaginó la casa; recordó horas antes, cosas que vio, que se le fueron.
Tonto... -pensó.- Tu mamá se fue justo a eso.
Ella llegó tranquila. No tocó la puerta. Se pegó a ésta y empezó a llamar. ¿Juan, estás ahí Juan?
. Cuánto tiempo habría estado ahí, llamando en voz baja. Él la hizo entrar rapidísimo, avergonzado (no sabía por qué) por no hacerla pasar antes. Te pasaste, Juan, te pasaste -pensaba. Luego se le pasó el remordimiento, se olvidó de la puerta, de los susurros, y se fue de frente, a coger la plancha de papeles higiénicos Suave.
- No los toques -le dijo su mamá, desde la cocina.- No son nuestros.
Y él sonrió, abriendo la bolsa, pensando de nuevo que nada era suyo.
- Ya má, ahí lo dejo.
Y salió por la puerta de servicio, calmando la alergia.
.............................................................................
Hoy me levanto de nuevo, con el mismo miedo de siempre. Lo tiro a un costado y se pega a mis pies. Y emprendo el viaje, de nuevo.
.............................................................................
Help! The Beatles
Help, I need somebody, / ¡Ayuda! necesito a alguien
Help, not just anybody, / ¡Ayuda! no a cualquiera
Help, you know I need someone, help. / ¡Ayuda! sabes que necesito a alguien, ¡Ayuda!
When I was younger, so much younger than today, / Cuando era más joven, mucho más joven que ahora
I never needed anybody's help in any way. / Nunca necesité la ayuda de nadie
But now these days are gone, I'm not so self assured, / Pero esos días ya pasaron y ahora no estoy tan seguro de mí mismo
Now I find I've changed my mind and opened up the doors / Veo que mis ideas han cambiado, he abierto las puertas
Help me if you can, I'm feeling down / Ayúdame si puedes, me siento deprimido
And I do appreciate you being round. / Y apreciaría tu compañía
Help me, get my feet back on the ground, / Ayúdame a poner los pies en el suelo
Won't you please, please help me. / Por favor, por favor, ¿no me ayudarás?
And now my life has changed in oh so many ways, / Ahora mi vida ha cambiado en tantas maneras
My independence seems to vanish in the haze. / Mi independencia parece desvanecerse en una neblina
But every now and then I feel so insecure, / A veces me siento tan inseguro
I know that I just need you like I've never done before. / Sé que te necesito como nunca antes te había necesitado
Help me if you can, I'm feeling down / Ayúdame si puedes, me siento deprimido
And I do appreciate you being round. / Y apreciaría tu compañía
Help me, get my feet back on the ground, / Ayúdame a poner los pies en el suelo
Won't you please, please help me. / Por favor, por favor, ¿no me ayudarás?
When I was younger, so much younger than today, / Cuando era más joven, mucho más joven que ahora
I never needed anybody's help in any way. / Nunca necesité la ayuda de nadie
But now these days are gone, I'm not so self assured, / Pero esos días ya pasaron y ahora no estoy tan seguro de mí mismo
Now I find I've changed my mind and opened up the doors / Veo que mis ideas han cambiado, he abierto las puertas
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La señora Luchita estaba barriendo cuando él se levantó. Barría y cantaba, cantaba y silbaba. Y así lo despertó, con ese ruido de siempre -su voz. Él se vistió apurado, se lavó igualmente, agarró su maletín-laptop y salió corriendo, saludando a la volada a doña Luchita que, sorprendida, lo dejó ir sin decirle nada.
Al poco rato regresó, más tranquilo y aliviado, con algo de vergüenza en la mejilla y burla en la otra. Se echaron a reír juntos. ¡Es feriado, hijo mío! -soltó doña Luchita. Ya ya -prosiguió él.- Olvidémonos de una vez por todas de esto. Y volvían a reir. Ella por el suceso, y él porque ella reía con él. Sin duda se le había pasado el enfado.
Entonces tocó el tema de nuevo.
- Doña Luchita, ahora sí, dígame pues.
- ¿Qué cosa?
- ¿Los libros, quién los trae?
- La verdad no sé, yo no veo gente que entre acá.
- Qué raro...
- Los dos tenemos llave, esa es la única forma de entrar sin ser visto.
- Sí pues...ya me está dando algo de miedo esto jeje.
- Estaré más atenta, quizás logre ver algo.
- Bueno pues -dijo él, pensando.- Ahora sí, me voy a cambiar este terno.
- Pasa nomás, y duerme más si quieres, toda la noche caminas y caminas.
Entró a su cuarto y se desvistió, de inmediato; el terno sobretodo, que le fastidiaba la rutina.
Y se echó a dormir, pensando que valió la pena haber actuado. El perdón debe ser espontáneo -se dijo, cayendo dormido.
No sé bien qué es esto. Podría definirlo con palabras generales, adjetivos que no pasarían de diez letras; y eso no bastaría. Me pregunto cómo hacerlo... y el sentimiento contesta, inquieto y apagado, sombrío pero vivo, vuelve a mí, se hace más intenso y no me deja. Quiere salir. Tocar superficie. Que alguien lo lea.
Pero es inútil. Eres tú, sentimiento, el que me bloquea. Eres tú, sentimiento, el que quiere que me exprese. Paradójico, Irónico, te gritaría. Y es exactamente eso lo que me alivia. ¿Quieres que les cuente? ¿Que les hable de ti? ¿Que se den cuenta?
Imposible.
No les diré nada.
¿Sabes por qué?
.
.
.
Es inútil. Nadie atiende.
El teléfono suena. Ella corre sin reparar que el suelo está encerado, que los muebles no están en su sitio; pero no cae, no se detiene. Corre solamente. Y así llega, exhausta con ganas de hablar y hablar. Él llama para escucharla.
- Hola amor, soy yo -dice él a través de la bocina. Y calla.
- Sí, lo sé amor. Sabes, estaba esperándote, ya sé, no en sentido físico sino, tú sabes, quería escuchar tu voz, amor, !tu voz! -y calla, esperando por él. Un silencio profundo se deja escuchar.- ¡¡Amor!!
- Ah, sí sí, aquí estoy...eh...eh...yo también amor -siempre le salvaba esa frase.
- Qué lindo eres -y suspira, descontroladamente. Él calla aliviado.- Y como te decía, tengo muchas cosas que contarte.
- Dime, me muero por oírlas -y reprime un bostezo.
- Ayer vino mi madrina y nos pusimos a conversar. Alguien cercano se casa y quería todos los detalles pues amor, cómo es, qué se hace, para estar lista -y pega un pequeño gritito.- Bueno, y así, luego mi mamá me llevó a una conferencia de peinados y manicures, recontra informativo, amor, ¿¿sabías que las uñas tienen que limarse primero antes de pintarlas?? Jeje, que bruta, cómo se va a limar después pues, ay yo con esta cabeza.
- Jeje.
- ¿Qué pasa amor? Te noto callado, ¿estás cansado?
Por fin había llegado a este punto.
- La verdad sí amor, pero como quería escuchar tu linda voz igual te llamé, más de un rato dormiré...aunque...nada nada.
- Dime amor, somos pareja, yo entenderé -y espera ansiosa, listísima para comprenderlo.
- Es que mañana tengo que madrugar y tú sabes, bueno no, pero ya te imaginarás, el trabajo, el estudio...ah...cansa...pero sigue amor, sigue, te escucho.
- ¿Seguro?...mm...
- Sí -abosteza.- Disculpa jeje.
- No amor, mejor ve y duerme.
- No...estoy bien -y abosteza.
- Insisto. Chau, cuidate amor, duerme bien, sueña conmigo, piensa en mí y trabaja, trabaja para que me lleves allá, a ese país tan frío.
- Bueno amor... está bien...¡te extraño!, mañana te llamo, cuidate también -y cuelga.
Ella se queda un rato sentada, pensando en si...y si...no-dice.- no creo. Y se va lenta, apaga las luces y se resbala tres veces, sin caerse.
[en crisis creativa -.-']
You won't admit you love me. / No admitirás que me amas.
And so how am I ever to know? / ¿Y como entonces voy a saber?
You always tell me/ Tú siempre dices
perhaps, perhaps, perhaps. / Tal vez, quizás, puede que.
A million times I've asked you, / Te he preguntado muchas veces
and then I ask you over again, / y después, de nuevo te pregunto
you only answer / tú sólo respondes
perhaps, perhaps, perhaps. / tal vez, quizás, puede que.
If you can't make your mind up, / Si no puedes decidirte,
we'll never get started. / nunca empezaremos.
And I don't want to wind up / Y no quiero terminar
being parted, broken-hearted. / herido, con el corazón roto.
So if you really love me, / Así que si realmente me amas,
say yes. / di sí.
But if you don't, dear, confess. / Pero si no, querida, confiesa.
And please don't tell me / Y por favor no digas
perhaps, perhaps, perhaps. / Tal vez, quizás, puede que.
(Solo Section)
If you can't make your mind up, / Si no puedes decidirte,
we'll never get started. / Nunca empezaremos.
And I don't want to wind up / Y no quiero terminar
being parted, broken-hearted. / herido, con el corazón roto.
So if you really love me, / Así que si realmente me amas,
say yes. / di sí.
But if you don't, dear, confess. / Pero si no, querida, confiesa.
And please don't tell me / Y por favor no digas
perhaps, perhaps, perhaps, / Tal vez, quizás, puede que,
perhaps, perhaps, perhaps, / tal vez, quizás, puede que,
perhaps, / tal vez,
perhaps, / quizás,
per………….haps. / puede....que.
Al inicio lo tomó como una bendición, algo que es y punto: no motivos, un mero efecto sin causa que hay que disfrutar. Él llegaba por las noches, con los ojos bien abiertos y la cabeza perdida; pero al instante sonreía, despejaba de su rostro el humo de la ciudad. De nuevo, una pila de libros le esperaba sobre la mesa.
Era lo mismo cada vez, y después y después. Empezaron con unos libros de historia, pasaron a la mitología griega, y terminaron regalándole (pues no los devolvía) La Ilíada. Se la tiró en una noche. Luego se empecinaron en ayudarle con su vocación y el bagaje creció. El insomnio había conspirado con alguien y los dos habían pasado desapercibidos. Era noctámbulo por elección.
- Señora Luchita... -llamó a la vecina al salir un rato.- ¿Usted sabe algo sobre los libros de mi mesa?
- ¿Cómo dices, muchacho? -contestó extrañada.- ¿De qué libros hablas?
- Los libros pues, que siempre aparecen cuando no estoy. ¿Quién los trae? -y esperó por la respuesta.
- Nadie hijo, nadie -dijo Luchita al rato-. En esta vecindad sólo vivimos tú y yo. Y las cosas vienen solas.
- Jeje, creo que se desvió un poco del tema ...
- ¿Cómo? -y volvió a fruncir el ceño.
- Tengo novia...
Volvió cansado, el aire del balcón no lo ayudaba a pensar. Se rindió. Aún no aclaraba el origen de sus lecturas, pero el sueño le había vuelto de pronto, repentino y pesado. Se echó, aliviadísimo. Ya más tarde pensaría cómo pedirle perdón a doña Luchita. Era el colmo -pensaba-, tan buena que es y tú dale con tu genio.
La gente me mira. Camina por mi costado y me mira. Es una idea tal vez, pero hoy, mi ser eminentemente racional no funciona. ¡Se fijan en mí!
Una señora, gorda y de cabello pintado, me topa, sonríe y piensa "Mocoso, córtate esa barba". ¡Estoy harto! Maldita diferencia de edades y pensamientos no dichos: no me puedo quejar.
La chica de mi costado, en el colectivo que me vine, piensa mucho. Muy ansiosa, piensa que yo pienso que ella piensa,que el grano de mi rostro ya revienta. Y el conductor calculador, ¡se ríe de nosotros!¿Es así como se vive entre extraños? ¿O es mi ser que hoy me tocó vivir? Yo me pregunto Vallejo, si podría usar tu frase.
Por suerte, ya estoy sentado en la oficina. Y los pensamientos que se quedan en el aire, son atrapados por el ventilador. Me llegan triturados, algo así como "chico, ojos, camisa, saluda bien". Ah...ese ventilador respeta las palabras.
Extraño día hoy, no ha pasado mucho y la gente dale con pensar. Pensar, ¡ah!
Hoy ordenaron los ladrillos. Los pusieron unos encima de otros, formando pequeñas paredes. Pero mi imaginación pudo más: ya me sentía en casa. Vi las paredes plomas, sin color, que me cubrían del mundo y me tapaban el cielo.
Mi padre está apilando las piedras, colando la arena, jugando un rato. Su espalda dura se torna roja. Y yo, cambiado y listo para salir, me siento extraño. ¿No debería ayudarlo acaso? ¿O me han críado para un escritorio?
- Vete ya hijo -me dice sudando.- Vas a llegar tarde.
- Ya voy -le digo, y me quedo mirándolo.
Tal vez, me hubiera gustado ser albañil, granjero, o peón. Tal vez disfrutaría más del sol y del aire. Tal vez, pero ya no hay tiempo. Llego tarde.
Es curioso cómo cuido de tu cabello, tan atento. Estás sentada lejos, en el otro extremo, pero te veo cerca (felizmente). Tu mirada, perdida como siempre, no se fija en mí. No soy un buen sitio para perderse, escuché por ahí. No les hagas caso. Porque es verdad.
¡Ayer estuviste cerca! Emocionado pensé que mirabas, al fin, a esta alma perdida. Que te dabas cuenta que dentro de ti, yo me escondía ansiosamente. Pero no, el árbol de la ventana es más atractivo, parece.
Viniste de rosado, hermosa hoy. Caminabas con el aire, tu sonrisa levantada y el flequillo juguetón. ¡Y el sol que jugaba en tu semblante! : Las sombras de tu rostro son la guarida de este loco.
- Hola -me dices al pasar.
- Hola -te digo.
Y te vas, perturbada por mi sonrisa.
- Me gusta más la tuya -pienso.
¿Que cómo es, me preguntas? jeje. Loco miserable -pensarás.- Me conoces bien. Y yo reiré. ¡Loco del monólogo, loco solitario, loco, loco! Así que aquí voy, complaciéndote como siempre, mi Florcita corazón.
Sus cabellos son largos, sabes, negros como el carbón (aunque extraño los tuyos, mis castaños miel), a veces usa trensas, otras la despeino. Su fragancia es la de las flores del campo, y su contextura el de una mariposa, delicada y flexible...flexible... ¿Que no me crees? ¿Que yo no me enamoro? Loca será mi respuesta si dices eso. Bella, bella, y loca (como me gustas).
Fue un amor ligero, apasionado y olvidadero. O eso dijo ella, traduciéndola, cuando me besó al despedirnos.
- Cuidate.
- ¿Estás bien? -le dije.
- ¡Claro!...sonso, no me mires así.
- ¿Cómo así?
- Me haces pensar que me quieres.
- ¿Entonces por qué estás aquí, despidiéndome?
- ¿Por qué?
- Sí, por qué.
- Porque el día aún no acaba, y hoy también es el día sin compromisos.
- Jaja...ya mañana te olvidarás de mí, ¿cierto?
- Claro. No te creas mucho.
Y me besó. Un rato. Y salió corriendo. Ni se acordará de mí, jeje.
Ay, Florcita. Ningún amor me ha durado tanto como el tuyo.
- Pero si nunca estuvimos -dirás.
- Pero se le conserva por si acaso, jeje.
PS: Por cierto, el nombre no querrás saberlo. Es igualito al segundo tuyo."
Abrió la puerta apuradamente. Tiró el maletín con cuidado, y se sentó, con esa fuerza irremediablemente cansada y decidida que tenía. El regreso cansa.
Después de tres días de ausencia, el revoltijo había crecido. No se imaginaba quién llenaba de libros su habitación. Disfrutaba de aquello. ¡Libros! -decía. Y se dedicaba un rato a ojearlos.
Pero esta vez no. Esta vez recogió de nuevo el maletín, maldiciendo su costumbre de tirar las cosas cada vez que llegaba, y empezó a evocar.
Su viaje lo había llevado por calles angostas, faroles viejos que las tornaban naranja, niños con frío, cerros... Empezó a trabajar. Lo recordaba todo.
"Hoy, Florcita, regresé de mi viaje, y ya que siempre estás (es una maravilla esto), no resistí el venir a contártelo (a ti, que estás en París). La sierra, la sierra, Florcita. Tiene cosas extrañas. Fascinantes, atractivas; pero extrañas. Como en todo lado, creo. ¿O eso era cuando tú estabas? Pero bueno, te decía que estuve en la sierra y que me enamoré. Sí, lo sé. ¿Tú?-dirás-¿Acaso es novedad? Y yo me reiré como loco con esas palabras. Pero es cierto, Florcita. Pasó y pasó, con todas sus letras.
Estaba yo caminando por una calle empedrada, de esas que te cansas con sólo mirarlas y ruegas que acaben prontito nomás, cuando me encontré con una chica que salía de una florería. Sí, Florcita, no es una señal. Pero me llamó la atención, jeje, de una florería sólo sale una flor. Y así le dije. Disculpe, señor -exclamó, porque yo la notaba emocionada.- ¿Qué cosa dijo? Le encantó oírlo de nuevo. Ay, qué cosas señor-y, misteriosamente, noté que se sonrojaba, jeje, las serranitas también se sonrojan. Le expliqué mi condición de solitario, necesitado de amor. Y sonrió. Le expliqué que era soltero. Y sonrió. Le expliqué todo, desde el inicio mismo de mi deseo, hasta lo sublime de su sonrojo. Y sonrió. No supe qué hacer. Su sonrisa era de niña consentida que no consiente. ¿Qué le das a una niña así?
Sin compromisos-dijo, leyéndome el pensamiento. Y fuimos felices.
...
(Continúa xD)
Me dijiste que volverías.
Que tu sonrisa alegre, vendría con el viento.
Mas, hoy te miro, y sólo tus profundos ojos se mantienen firmes. Hermosos.
...¿Dónde quedó, tu vestido de bella?
Me pregunto. Me pregunto.
La sonrisa se la llevó el viento.
Y lo demás...se me olvidó.
Pero soy yo, amor. Soy yo.
La que te mira desde este pozo.
¡Mentiras!
Tus besos deben ser otros...
¿Qué dices, mi vida? ¿Un beso es lo que quieres?
No, aléjate...
...espera...
pero esos ojos, ¡esos ojos!.
Que bien se siente abrazarte de nuevo...
Esos ojos...esos ojos...
Duerme, duerme.
¿Eres tú, amor?...
...............
- Hoy tiré piedras al amor T_T
- ¿Qué?, ¿Por qué? o.o...
- Porque tocó el timbre y se fue corriendo ¬¬
..............
- En primer lugar, narrador, tengo unas palabras para ti.
Y se sentó en el escritorio pol...
- ¿Qué? -dije yo, algo sorprendido.- ¿Alguien se dio cuenta de mí?
- Sí, siempre, cuando la cagas quiero decir.
- Ja, disculpe personaje, que aquí yo soy el omnisciente.
- Jaja...¡pero le falta algo de cultura, hombre! Tome
Me pasa un libro.
- Ah, ése es el problema...
- Exacto, narrador. ¿Entiende? Yo no soy noctámbulo.
- ¡Pero claro que lo es!
- Que no. ¡Léase alguna vez! Yo sólo sufro de insomnio.
- Lo sé, lo sé. Y por eso eres noctámbulo.
- ¿Cómo?
- Eres noctámbulo por causal de insomnio.
- Jajaja...ay hombre. Usted siempre gana.
- Claro. Sino qué nos haríamos con el título.
- Soy noctámbulo, soy noctámbulo.
Y me río fuertemente.
Los estantes de metal se oxidaban con el polvo. Los libros, entre papeles sueltos y polillas locas, eran cada vez más anchos a la vista. El suelo se había rajado ya, por las arrugas del tiempo.
El lo encontró así. Entró, miró un toque, y se quedó. Sólo por esa noche, y las otras también. La vida diurna de un noctámbulo se pasa no sé dónde. Quizás en una notaría. Quizás en un café. O quizás...o quizás.
La cosa fue, que tendió su hamaca, sacó el cepillo, y los lentes también. Muchos libros -pensó.- Demasiados. Luego sacó la laptop. Escuchó su música. Y trató de dormir. Ritos esenciales para empezar: le faltaba mucho por escribir.
- Empecemos pues.