viernes, 29 de febrero de 2008

II . Soy Noctámbulo

- En primer lugar, narrador, tengo unas palabras para ti.
Y se sentó en el escritorio pol...
- ¿Qué? -dije yo, algo sorprendido.- ¿Alguien se dio cuenta de mí?
- Sí, siempre, cuando la cagas quiero decir.
- Ja, disculpe personaje, que aquí yo soy el omnisciente.
- Jaja...¡pero le falta algo de cultura, hombre! Tome

Me pasa un libro.

- Ah, ése es el problema...
- Exacto, narrador. ¿Entiende? Yo no soy noctámbulo.
- ¡Pero claro que lo es!
- Que no. ¡Léase alguna vez! Yo sólo sufro de insomnio.
- Lo sé, lo sé. Y por eso eres noctámbulo.
- ¿Cómo?
- Eres noctámbulo por causal de insomnio.
- Jajaja...ay hombre. Usted siempre gana.
- Claro. Sino qué nos haríamos con el título.
- Soy noctámbulo, soy noctámbulo.

Y me río fuertemente.

I . The living room

Los estantes de metal se oxidaban con el polvo. Los libros, entre papeles sueltos y polillas locas, eran cada vez más anchos a la vista. El suelo se había rajado ya, por las arrugas del tiempo.
El lo encontró así. Entró, miró un toque, y se quedó. Sólo por esa noche, y las otras también. La vida diurna de un noctámbulo se pasa no sé dónde. Quizás en una notaría. Quizás en un café. O quizás...o quizás.

La cosa fue, que tendió su hamaca, sacó el cepillo, y los lentes también. Muchos libros -pensó.- Demasiados. Luego sacó la laptop. Escuchó su música. Y trató de dormir. Ritos esenciales para empezar: le faltaba mucho por escribir.

- Empecemos pues.